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Día 4 – Reykjadalur, Hjalparfoss, Seljalandsfoss, Skogafoss
Trekking por el río termal de Reykjadalur
A primera hora nos fuimos a hacer 6 km de caminata ida y vuelta por Reykjadalur, el «Valle de Vapor». Este valle ubicado entre encrespados acantilados y con impresionantes vistas se creó a partir de un río de aguas termales. No hay palabras suficientes para describir los paisajes entre fumarolas, manantiales de agua hirviendo, cascadas de agua caliente y ríos termales con las montañas nevadas de fondo.
Además, bañarse en un río natural de agua caliente es de las mejores experiencias que se puede tener. Sabrás que llegaste cuando veas las cubiertas de madera con banquetas para los bañadores. El acceso es gratuito, parking de pago (ojo, con cámara que te hace fotito) que podés evitar aparcando unos 800 metros antes en un descanso de la pista.
Cascadas de Hjalparfoss, Seljalandsfoss y Gljufrafoss
Renovados de las aguas termales proseguimos a nuestro próximo punto, la cascada de Hjalparfoss. En realidad deberíamos decir «las», porque son dos ríos, Fossá y Þjórsá, que caen de un campo de lava desde la misma altura y crean dos cascadas que se fusionan al tocar el estanque. El contraste entre la vegetación, la lava y el agua es algo digno de contemplar.
Tocó día de cascadas y seguimos con la famosa Seljalandsfoss, que cae desde nada menos que 60 metros de altura sobre una saliente-cueva que permite caminarla por su cara interior. Recomendable realizar el sendero de derecha a izquierda y llevar impermeable porque te vas a empapar. Al lado está su hermana oculta, Gljufrafoss, una cascada a la que solo se puede acceder por una apertura estrecha metida en un desfiladero. El parking para estas cascadas es de pago y cuesta 700 ISK.
Cascadas de Skogafoss
Ya atardeciendo carreteamos 30 km hasta llegar a Skogafoss, otra joyita de cascada. En días soleados tanto vapor provocado por su amplitud y altura (25 metros por 60 metros) regala arcoiris a los visitantes.
La cereza de la torta es ascender las escaleras de la derecha hasta el mirador y realizar al menos un kilómetro por el Fimmvorduhals Trail, un trekking que va bordeando el acantilado del río Skógá y que a cada paso va desvelando nuevas cascadas y vistas que te cortan el aliento.
Hoy dormimos aquí por lo que, en vez de pagar el parking, abonamos la estadía por una noche que cuesta 1.500 SEK por persona. Ofrece baño (ducha aparte por 400 ISK). Los rangers pasan a cobrar auto por auto entre las 21 y las 22 hs de la noche y a la mañana del día siguiente.
Día 5 – Glaciar Solheimajokull, Acantilado Dyrholaey y Reynisfjara Beach, Scenic Green Lava Walk, Cañón de Fjadrargljufur, Kirkjugolf, Cascadas de Hundafoss y Svartifoss
Glaciar Solheimajokull
Arrancamos temprano y la primer parada es el glaciar Sólheimajokull, un amenazado del calentamiento global que lamentablemente se va reduciendo a pasos agigantados. No sabemos si será por su popularidad o su fácil acceso que el aparcamiento cuesta un ojo de la cara: 750 SEK a través de la app Parka. La lengua de hielo está 15 minutos a pie y también es posible reservar excursiones para caminar sobre él. Nosotros nos contentamos con verla desde la orilla.
Acantilado Dyrholaey y Reynisfjara Beach
Poco satisfechos con el glaciar Sólheimajokull seguimos hacia el acantilado de Dyrholaey. Por el camino existía la posibilidad de parar en el aparcamiento de Solheimasandar para realizar los 7 km de caminata llana hasta el famoso avión estrellado pero decidimos pasar del asunto por el costo del parking (otros 750 SEK) y porque leímos que tanto la caminata como el avión no son la gran cosa.
El acantilado de Dyrholaey nos recibe envuelto en neblinas que amplifican su porte. Aun así, se distingue la silueta del enorme arco de piedra que sobresale de las frías aguas del norte. Durante el verano, los frailecillos (puffin en inglés, aves de pico grandote naranja que parecen de peluche) gustan de anidar en las paredes del Acantilado Dyrholaey. El faro que ilumina el abismo está apagado y es cuadrado y petizo.
Bajamos en el auto hasta la alucinante playa de arena negra Reynisfjara, donde nos entretenemos un rato con las cuevas de columnas basálticas. Los hexágonos parecen gigantescos grafitos de lápiz gris agrupados en vertical. Pasa al podio de nuestras playas favoritas de Islandia.
Scenic Green Lava Walk (Gönguleið um Eldhraun) y Cañón de Fjadrargljufur
La siguiente parada de nuestro día es super cortita, la Gönguleið um Eldhraun o Scenic Green Lava Walk. Es un campo místico de musgo que viene creciendo sobre un enorme campo de lava desde el mil setecientos y pico y que en algunos puntos alcanza los 60 cm de grosor. No la mires fijo porque es bastante delicada y con apenas tocarla ya basta para destruirle décadas de crecimiento paulatino. Una cortísima caminata permite apreciar un poco más este campo de lava y musgo. A pesar de lo corto del paseo nos gusta mucho.
Estamos on fire y seguimos hasta el cañón Fjadrargljufur (vaya a saber uno como se pronunciará) que está cerquita. El cañón te deja boquiabierto. Tiene unos 100 metros de profundidad y apenas 1 km de largo. En su lecho transcurre el río Fjadra. Un sendero te lleva por los distintos miradores del precipicio, siendo los más impresionantes los dos últimos con vistas al río y a las espectaculares cascadas.
Kirkjugolf
Unos pocos kilómetros más adelante paramos en Kirjkjugólf, traducido como «el suelo de la iglesia». Encontrar este punto es fácil usando como guía la estación de servicio N1. Se ubica justo detrás. El nombre es mera confución humana, ya que los 80 metros cúbicos de «suelo» que encontrarás en realidad fueron creados durante la erupción del volcán Laki a finales del s. XVIII.
El panel informativo te invita a jugar a encontrar la figura de basalto decagonal, perdida entre todas las clásicas hexagonales. Si la encuentran nos avisan porque nosotros no pudimos. Esta parada parece una tontería pequeña pero a nos otros nos resultó simpatiquísima. La que nos pareció totalmente omisible fue Núpsstaður, una granja del s. XIX con techo de hierba.
Cascadas de Hundafoss y Svartifoss
La última parada del día es uno de los lugares que más ansiábamos ver de Islandia, la cascada de Svartifoss. El parking ofrece una zona de camping, Skaftafell Camping, donde vamos a pasar la noche para disfrutar de su maravilloso parque natural al atardecer y al amanecer. Cuesta 1.750 ISK por persona e incluye baños, ducha y zona para fregar.
Si se viene tan solo por el día el costo de aparcar es de 750 ISK y se abona en unas máquinas automáticas, con la app de MyParking, en la web parka.is o en el centro de visitantes que abre de 9 a 17hs.
Desde el mismo camping sale un trekking ascendente de 2 km hasta la sublime cascada de Svartifoss, cayendo desde un precipicio de columnas basálticas. Visita infaltable de Islandia. Continuamos la caminata circular para parar en Hundafoss, otra cascada con encanto que tiene el problema de estar bajo la sombra de Svartifoss.
El sol se fue hace rato y la noche se nos echa encima, por lo que regresamos a nuestra campervan cansados como condenados pero con una sonrisa de oreja a oreja. Mañana es día de glaciares, playas y icebergs.
